Open-access Más allá del Darién. Economía Política de la Migración en Tránsito por el Corredor Migratorio Región Andina-Centroamérica

Beyond Darien. The Political Economy of Transit Migration through the Andean-Central American Migration Corridor

Resumen

En este artículo analizamos cómo la actual migración irregularizada en tránsito ha transformado al corredor que conecta a la Región Andina y Centroamérica -y que se proyecta hasta México- en el epicentro de un flujo migratorio contemporáneo en las Américas. Este movimiento, sin precedente por su dimensión, se manifiesta con particular nitidez en el istmo del Darién, región que conecta los sistemas migratorio sudamericano y centroamericano. Proponemos la categoría deeconomía política de la migración irregularizada en tránsitopara entender las prácticas económicas y dinámicas políticas instituidas en torno al tránsito migratorio irregularizado. El artículo dedica espacial atención al ensamblaje de actores que participan de esta economía, a través de la producción, distribución, el intercambio, consumo de bienes y servicios. Las actividades lucrativas de esta economía, ubicadas en un espectro amplio entre la formalidad y la informalidad, dan lugar a una interacción compleja entre personas migrantes irregularizadas, precarizadas y en lucha, actores gubernamentales y no gubernamentales, e intereses económicos y políticas nacionales y transnacionales, que abastecen y reproducen el tránsito migratorio irregularizado.

Palabras clave: economía política del tránsito migratorio; tránsito irregularizado; corredores migratorios; Darién; migraciones latinoamericanas

Abstract

In this article, we examine how the current irregular transit migration has turned the corridor connecting the Andean Region and Central America -and extends to Mexico- into the focal point of the contemporary migratory flow in the Americas. This movement is especially noticeable in the Darien Gap, which links the South American and Central American migratory systems. We introduce the concept of the political economy of irregularized migration in transit, by which we mean the economic practices and political dynamics revolving around irregular migratory flows through transit countries. The article pays special attention to the various actors involved in producing, distributing, exchanging, and consuming goods and services in this economy. The profitable activities of this economy, ranging from formal to informal, prompt complex interactions between people on the move and governmental and non-governmental actors, a dynamic nurtured by national and transnational economic and political interests which fuel and reproduce regularized migratory transit.

Keywords: political economy of transit migration; irregularized transit; migratory corridors; Darien; Latin American migrations

I) Introducción

“En la odisea desde que salimos de Venezuela, el Altísimo nos ha sostenido”, relata Yandriley1, de 31 años quien lleva ocho meses en tránsito junto a su marido, Jorge, de 45 años, y cuatro hijes pequeños, de once, nueve, siente y cuatro años. A mediados de marzo de 2024, nos encontramos con esta familia venezolana en el centro de la Ciudad de México. Conversamos con elles en una fuente de soda a pocos metros de un improvisado campamento de migrantes conformado por maltrechas covachas hechas con lonas plásticas y palos, carpas y colchones viejos. En este espacio urbano muy cerca del Zócalo capitalino, un centenar de migrantes provenientes de ciertos países Latinoamericanos, de El Caribe y también de diversos países de África y Asia, aunque en menor medida, esperaban en condiciones infrahumanas reanudar sus tránsitos a Estados Unidos. El campamento es uno de los tantos que ha proliferado en esa ciudad de tránsito y que se montó frente a una iglesia y cerca de un mercado popular que “emplea” a esos migrantes mientras elles esperan. Yandriley y su familia migraban en condiciones irregularizadas, y con su relato recordaba la experiencia de su tránsito:

Mucha gente buena nos ha ayudado. En la selva del Darién, los haitianos cargaron con nosotros, porque no dábamos más, son gente muy fuerte y generosa. En Nicaragua varias personas arriesgaron multas para darnos cola (aventón) y en Honduras, la policía nos dio agua y alimento y una señora que nos llevó en su camioneta nos dio una platica que usamos para comprar chupetines que vendimos para sostenernos y proseguir el viaje. Y los malos, que los hay, y muchos, nos han dejado tranquilos, es un milagro […] Recuerdo cómo un oficial en un retén de México bajó a varios otros migrantes del bus, pero a nosotros nos dejó seguir sin mediar palabra. Y los narcos como si nada, pague y pase […] Ahora esperamos, para conseguir la cita a través de una aplicación, la CBP one que se aplica por el celular, y con el favor de Dios vamos a llegar a Estados Unidos, porque a Venezuela no regresaré jamás, no hay nada para nosotros allá.

El desolador relato y las condiciones en las que encontramos a Yandriley, quien lleva ocho meses en tránsito, junto a su familia, con dos hijos enfermos, es solo uno entre miles de testimonios diversos y desgarradores de las vicisitudes que viven cientos de miles de otras personas migrantes irregularizadas y solicitantes de asilo de diversos países de Sudamérica, África, Medio Oriente, de toda Asia y el Caribe quienes transitan por días, meses o años por el hemisferio con el objetivo de llegar a EE.UU.2 Antes de cruzar el Darién, elles cruzaron por trocha la frontera entre Colombia y Venezuela. Negociando de ida y vuelta con miembros del Tren de Aragua, con la policía y con guerrilleros lograron internarse en Cúcuta donde estuvieron un par de años, antes de salir en ruta hacia el norte. A pesar de la continua exposición a formas de violencia cada vez más complejas, muchos migrantes, como esta familia, miran el futuro con optimismo, algo que contrasta con las condiciones que dejaron en su país de origen, la crudeza de la travesía y lo que les espera una vez arriben a la tierra prometida.

En este artículo analizamos cómo la actual dinámica de la migración irregularizada en tránsito ha transformado al corredor que conecta a la Región Andina y Centroamérica (Álvarez Velasco, 2020) -y que se proyecta hasta México- en el epicentro de un flujo migratorio casi sin precedente y que tiene a la Selva del Darién como eje central de esta dinámica de movilidad. En específico, observamos los patrones de movimiento migratorio existentes en la región y describimos críticamente las actuales condiciones que han adquirido los tránsitos migratorios, caracterizados por su carácter irregularizado, heterogéneo, altamente volátil, cada vez más visible y prolongado, hiper-precarizado, incierto y peligroso, donde la supervivencia está ligada a la creación de una enorme economía flotante de carácter predominante aunque no exclusivamente informal y, en algunas localidades, ilícita. La tesis central del trabajo es que observamos la consolidación del corredor de la Región Andina-Centroamérica, configurado entre Ecuador, Colombia y Panamá -y cada vez más extendido hasta México-, como el gran conector entre los sistemas migratorios en el hemisferio (sudamericano, centroamericano y del caribe y norteamericano) por donde circula un volumen masivo de personas migrantes en tránsito, mayoritariamente irregularizadas, y paralelamente se expande una economía predominantemente (i)licita, altamente redituable para las poblaciones locales, donde esquemas de gobernanza criminal y políticas de disuasión migratoria se entrelazan ejerciendo el control en ruta y dificultando el movimiento de las personas, exponiéndolas a riesgos cada vez mayores, incluso letales. Como respuesta, las personas en tránsito despliegan estrategias y mecanismos de sobrevivencia, adaptación y lucha espacial, basadas en la acumulación y circulación de conocimiento y cuidados colectivos para disputar o negociar con múltiples actores - estatales, criminales, militares, humanitarios y sociales - el sostenimiento de sus proyectos migratorios y de vida.

El aumento de los tránsitos migratorios sur-norte en el contexto pandémico y post-pandémico (a partir de 2021) es el resultado de un acelerado deterioro en las condiciones de vida en diversos países de la región, sean estos países de origen, primeros o segundos países de recepción (destinos temporales o “fallidos”). Una combinación de problemas de seguridad, deterioro económico, colapso de los sistemas de protección social estatales, giros en las políticas migratorias hacia esquemas más restrictivos, autocratización y crisis ambiental, alimentan un incesante movimiento poblacional. Como resultado, se ha delineado el corredor migratorio3 o un complejo espacio transnacional de disputa entre movilidad -encarnada en cientos de miles de migrantes racializados en tránsito de diversas clases, edades, géneros, pertenencias étnicas y nacionalidades- y control, que es ejercido por diversos actores: estatales locales y nacionales, internacionales, criminales, militares, humanitarios y sociales. Argumentamos también, que los tránsitos irregularizados se sostienen a través de la explosión económica caracterizada por su naturaleza primordialmente informal y que se nutre de la inyección de dinero vinculado al movimiento poblacional hiper precarizado que financia su viaje a través de una combinación de ahorros, trabajo y remesas. Esta dinámica está atravesada por el surgimiento de una serie de actores (comunidades aledañas, políticos, agentes del estado, organizaciones criminales, militares, intermediarios) que lucran de este movimiento al gravar el movimiento vía amenazas o coerción, la prestación de servicios, y en el caso de los actores políticos, de actividades asociadas al despliegue de mecanismos de atención, protección o que incentivan el movimiento de estas personas hacia países vecinos. En un momento histórico en el que aumenta incesantemente este tipo de movilidad (OIM, 2023), proponemos analizar la economía política de la migración irregularizada en tránsito. Por ella nos referimos a una diversidad de prácticas económicas y dinámicas políticas instituidas en torno al tránsito migratorio irregularizado, implementadas por un conjunto amplio de actores involucrados en la producción, distribución, intercambio, consumo de bienes y servicios, así como de disputa y ejercicio de poder, para abastecer (y reproducir) dicho tránsito. Estas actividades lucrativas se ubican en un espectro amplio (y difuso) entre la formalidad y la informalidad económica, y combinan prácticas lícitas e ilícitas. Se trata entonces de una interacción compleja entre personas migrantes mayoritariamente precarizadas y vulneradas en sus derechos, el poder ejercido por actores gubernamentales y no gubernamentales, intereses económicos y políticas nacionales y transnacionales.

En este sentido, nos centramos en analizar la movilidad del tránsito en términos de la interrelación entre la política migratoria y el desarrollo de actividades económicas, tanto a nivel individual como colectivo. Con este objetivo analizamos tres dimensiones relacionadas: 1) las políticas migratorias nacionales y regionales, incluyendo la influencia de la externalización de la política migratoria estadounidense, 2) la distribución de poder entre actores locales que ejercen control en ruta y frente a quienes disputan o con quienes negocian les migrantes en tránsito para sostener su travesía al norte y, 3) los réditos económicos formales e informales, tanto lícitos como ilícitos.

El artículo se basa en una investigación cualitativa multi-situada y multi-temporal, llevada a cabo entre 2022 y 2024. Debido al carácter móvil, altamente cambiante y heterogéneo de la migración de tránsito (Hess, 2012; Collyer, 2007) incorporamos un diseño metodológico que examina la ruta migrante a través de intervenciones en diversos puntos del corredor Región Andina-Centroamérica incluyendo Tulcán, Lago Agrio, Cúcuta, Metetí y Ciudad de Panamá y también en la reconstrucción de trayectorias migratorias desde lugares de espera y destino como Ciudad de México, Tijuana y Chicago. El uso de etnografías multi-situadas y multi-temporales, que acompañen “físicamente junto con los sujetos de investigación” (Büscher, Urry, 2009, p. 103) y digitalmente su travesía vía redes sociales, especialmente WhatsApp, TikTok o Facebook (Leurs, Witteborn, 2021), facilita la comprensión del fenómeno.

En estos lugares, recogimos testimonios de alrededor de unas 50 personas migrantes y solicitantes de refugio, autoridades, trabajadores humanitarios, miembros de congregaciones religiosas que brindan apoyo pastoral a la población en movimiento, defensoras de derechos de migrantes, organizaciones de derechos humanos, periodistas, e investigadores académicos. Asimismo, hemos desarrollado procesos de observación participante en torno a las dinámicas económicas locales y mantenido conversaciones con actores locales en torno a las dinámicas de poder entre actores que ejercen control en ruta. La investigación también hace uso extensivo de fuentes secundarias, como informes, declaraciones públicas de autoridades, intercambios diplomáticos y documentos de prensa de los principales periódicos locales que cubren la temática estudiada. En las secciones que siguen damos cuenta de los principales hallazgos.

El artículo está organizado de la siguiente manera. La primera sección ofrece una contextualización de la dinámica migratoria y de control contemporánea, que explica la evolución de las condiciones de expulsión en los países de origen o primeros o segundos países de recepción en la región. Al mismo tiempo, da cuenta de cómo la naturaleza de los flujos y la implementación de políticas restrictivas que apuntan a disuadir a las personas a migrar han propiciado diversos procesos de transición migratoria de sur a norte vía el corredor que conecta la Región Andina con Centroamérica y México. A continuación, desarrollamos brevemente una reflexión conceptual y metodológica en la que evaluamos críticamente la definición existente del término migración en tránsito y ofrecemos una discusión sobre los desafíos propios de estudiar este fenómeno, junto con nuestra proposición al respecto. En la tercera sección, el cuerpo principal del artículo, analizamos nuestros datos empíricos para desarrollar nuestra tesis central relativa a la economía política del tránsito migratorio y la transformación de este espacio geográfico en el gran conector del movimiento en el hemisferio, donde discutimos las continuidades y cambios de este fenómeno. Complementamos la discusión con un análisis de economía política tránsito, su naturaleza, dinámica e impacto. Describimos el comportamiento y la estructura de incentivos de una serie de actores vinculados a esta dinámica: autoridades, crimen organizado, comunidades receptoras, cooperación internacional, y personas migrantes. Este análisis se basa fundamentalmente en el estudio del Darién, un gran microcosmos donde estas dinámicas se manifiestan nítidamente. En la última sección ofrecemos algunas reflexiones sobre nuestros hallazgos y potenciales avenidas de investigación futura.

II) Contexto migratorio de las Américas

En los últimos años la migración en las Américas ha experimentado un significativo crecimiento: entre 2005 y 2020 el número de personas migrantes creció de 7 a 15 millones, el mayor incremento porcentual regional del mundo (OIM, 2023). Tras una marcada caída debido a las restricciones impuestas a la circulación de personas durante la pandemia de COVID-19 (Herrera, 2023), la migración se reactivó nuevamente a partir del 2021. Solo ese año, unos 100 mil haitianos, muchos de ellos habían migrado a Brasil o Chile, decidieron hacerlo nuevamente, esta vez a Estados Unidos, tras la contracción del mercado de trabajo y al enfrentar discriminación y hostilidad. Al mismo tiempo, el número de venezolanos que emprendieron el viaje a ese país también sufrió una fuerte alza, tanto personas que salían por primera vez y otros que decidieron probar mejor suerte tras encontrar dificultades en países como Chile, Colombia, Ecuador y Perú. Al mismo tiempo, la economía de Estados Unidos emergió de la pandemia con fuerte vigor y un mercado de trabajo necesitado de mano de obra (Selee et al., 2024).

Como se puede apreciar en la Gráfica 1, el crecimiento de encuentros entre migrantes irregularizados y autoridades en la frontera sur de Estados Unidos, en México, y el aumento de los ingresos a Panamá por el Darién, ha sido muy pronunciado.

Gráfica 1 -
Encuentros con personas migrantes irregularizadas con autoridades de Estados Unidos*, México y Panamá**, 2021-2023.

Este crecimiento es resultado de una compleja dinámica en la que se entrelazan factores económicos (desigualdad en la distribución de la riqueza, incremento de la pobreza, falta de inversión para el desarrollo social y local, precarización laboral, desempleo, subempleo), sociales (falta de acceso a salud y educación, inexistencia de mecanismos de movilidad social, limitación de los sistemas de protección social, racismo sistémico afectando a las poblaciones históricamente marginadas como indígenas y afro-descendientes) y políticos (represión, autoritarismo, corrupción) (Vera Espinoza et al., 2022; De Haas, Castles, Miller, 2020, p. 6-11). A estas causas se suman dos factores novedosos. Primero, la gran inseguridad derivada del aumento de la violencia, en el marco de esquemas de gobernanza criminal (Lessing, 2021), donde agentes estatales, muchas veces coludidos con el crimen organizado, extorsionan o reclutan de manera coercitiva a jóvenes y provocan desplazamientos masivos (Cantor, 2014; Moncada, 2021; Achilli, 2024). En segundo lugar, la migración por impactos ambientales. Como resultado de la exposición a una serie de agentes de carácter natural (inundaciones y deslizamientos, huracanes, sequía, incendios, aumento del nivel del mar y erosión costera), comunidades enteras deben desplazarse ante la imposibilidad de garantizar su supervivencia (Riosmena, 2022). Ese fenómeno ha afectado a varios países de Centroamérica (Bermeo 2021; Yamamoto, Serraglio, de Salles Cavedon-Capdeville, Lauda-Rodríguez, 2021).

Los movimientos migratorios son también facilitados por el desarrollo de una nueva infraestructura de la movilidad física y tecnológica derivada del proceso de globalización. Un mayor acceso a información sobre la dinámica migratoria, en términos de peligros, rutas, actores clave, estrategias, condiciones en el país de destino etc., difundido a través de nuevas tecnologías como la internet y la telefonía celular, ha promovido condiciones que contribuyen al movimiento de personas (Ferris, 2022). En la última década, el acceso a la “infraestructura digital” se ha expandido entre les migrantes en la región y sus vidas cotidianas se han digitalizado (Aizeki et al., 2023). La migración también (Leurs, Witteborn, 2021), lo que ha impactado no solo en el reforzamiento del sueño americano con información que, aunque distorsionada o exagerada, impacta en el imaginario como un indiscutible magneto migratorio. Además, destronando el monopolio de la información, otrora en manos de coyotes (Álvarez Velasco, 2022). Hoy, a través de la información digital compartida por personas en tránsito pueden auto-guiarse incluso por tramos particularmente peligrosos o controlados por organizaciones criminales, como sucede en el Darién, como lo explicaremos más adelante.

La fusión de los sistemas migratorios hemisféricos (sudamericano, centroamericano y caribeño y norteamericano) representa un cambio trascendental que, en parte, explica las actuales dinámicas. Los vasos comunicantes entre dichos sistemas son de larga data (Álvarez Velasco, 2016), sin embargo, la migración a Estados Unidos, aunque se remite a los años sesenta, no presentaba la masividad y complejidad actual. Incluso la conexión entre el sistema centroamericano-caribeño y el norteamericano mostraba niveles menores de amalgamiento. Es decir, los sistemas funcionaban con relativa independencia, sobre todo el sudamericano (Durand, 2022; Prieto, Bengoechea, 2022). Sin embargo, las crisis migratorias simultáneas en Sudamérica (Venezuela, Ecuador) y el recrudecimiento de factores de expulsión en El Caribe y Centroamérica han propiciado la aparición y articulación de diversas nuevas rutas que han terminado por fusionar estos tres sistemas. Como resultado, el corredor de la Región Andina y Centroamérica se ha convertido en unos pocos años en el gran conector migratorio del hemisferio por donde circulan cientos de miles de personas de toda la región, de África y Asia (Álvarez Velasco, Cielo, 2023).

De este modo presenciamos tránsitos irregularizados de cientos de miles de personas a través de corredores migratorios y, de forma relacionada, la formación de importantes comunidades de migrantes en diversos países, tanto de tránsito como de destino. El incesante movimiento se caracteriza por flujos mixtos; grupos de personas que salen de sus comunidades por diversos motivos (económico, ambientales, de violencia, reunificación familiar) que transitan en conjunto por las mismas rutas migratorias y utilizan los mismos medios de transporte (ACNUR, 2023). Betts (2013) los describe como migración de supervivencia, en referencia a la población que huye como resultado de violaciones a sus derechos para garantizar su supervivencia.

Otra dimensión novedosa es la naturaleza de los tránsitos: a diferencia del pasado no se trata de personas o grupos pequeños, sino en muchos casos grupos numerosos y en familia, y agrupaciones espontáneas que se configuran en ruta (Gandini et al., 2020; Varela-Huerta, Pedone, 2024). No solo destaca el número de personas que migran, sino su enorme diversidad en términos de países de origen y sus condiciones demográficas (edad, género, condición socioeconómica, origen étnico). Un cuarto de las personas que pasaron por el Darién en 2023 fueron menores de edad (Servicio Nacional de Migración Panamá, 2023)

En relación con el tipo de movimiento migratorio también se observa una creciente complejidad: muchas personas son víctimas de desplazamientos reiterados, por ejemplo, personas que habiendo migrado hacia un destino previo, al enfrentarse a condiciones muy adversas, decidieron volver a migrar, aun habiéndose regularizado (Álvarez Velasco, Miranda, 2024). Surgen nodos de espera y circulación, como es el caso de Cúcuta, Necoclí, Turbo, Metetí, entre muchas ciudades fronterizas en ruta, cuyas economías locales han sido transformadas, y donde se evidencia el amalgamamiento de tránsitos irregularizados con industrias ilícitas como el tráfico de droga y personas. Finalmente, se observa una extensión y sofisticación de prácticas de externalización de la frontera por parte de Estados Unidos, algo que discutimos más adelante.

(III) El origen del término tránsito: apuntes conceptuales y metodológicos

Uno de los rasgos más novedosos de las dinámicas migratorias globales de la segunda década del siglo XXI es la migración irregularizada en tránsito. Aunque lejos de ser una novedad, tiene una larga historicidad en las genealogías migratorias (Collyer, Düvell, de Haas, Molodikova, 2014; Boyden, Vandenbussche, 2014). Los tránsitos migratorios estuvieron presentes en Europa a lo largo del siglo XX (Bredeloup, 2012). En las Américas, los tránsitos, fundamentalmente hacia Estados Unidos, también tienen historia larga: los de personas andinas datan de finales de 1960 (Carpio Benalcázar, 1992; Berg, 2017; Álvarez Velasco, 2020; Eguiguren, 2019); los provenientes de diversos países de África o Asia, desde finales de 1970s (Álvarez Velasco, 2020); los llamados “boat people” del Caribe, desde los 1980s (Loyd, Mountz, 2018), y de personas centroamericanas, desde los 1990s (Coutin, 2005).

Düvell (2011) sostiene que el término tránsito migratorio surge en el contexto europeo como resultado de la imposición de control estatal a principios de la década de 1990, como respuesta al incremento de migraciones de Europa del Este a Europa central tras la caída del Muro de Berlín y el aumento de las migraciones desde el continente africano. Así, varios autores coinciden en que su surgimiento se relaciona con la política de securitización y externalización de las fronteras europeas, a fin de justificar las medidas de control tomadas por los estados de destino (Collyer, Düvell, de Haas, Molodikova, 2014).

Así, la narrativa impulsada por esos Estados y reforzada por organizaciones internacionales4 naturaliza el vínculo entre prácticas ilegales -como la trata y el tráfico de personas, el uso de documentación falsa, o la delincuencia organizada-, y el tránsito migratorio, lo que justificaría el redoble de control fronterizo y externalizado (Zolberg, 1999; Kyle, Koslowski, 2011; Düvell, 2011; Hess, 2012). En realidad, esta vinculación no tiene relación directa con la realidad: ni todas las experiencias implican irregularidad, ni todos los tramos suponen cruces irregulares (Düvell, 2011).

La adhesión a este llamado por desnaturalizar la “invención del tránsito” (Hess 2010) busca demostrar que es resultado directo de las políticas restrictivas y marcos jurídicos que, en su afán de filtrar la migración, empujan a las personas a transitar por rutas irregulares. Por ello, adherimos también al uso del término irregularizado/ilegalizado en lugar de “irregular” o “ilegal”, al reconocerlo como efecto de procesos legales, políticos y sociales (De Genova, 2002).

El control de la migración irregularizada en las Américas se ha fortalecido en la última década, particularmente en el contexto pandémico y post-pandémico. Ello, como resultado de la presión del gobierno de Washington y también en la medida que los intereses de contención migratoria de muchos países han comenzado a converger con la visión estadounidense (Feldmann, Sturino, 2024). La visibilidad que adquirieron las caravanas migrantes desde 2018 ha suscitado nuevos abordajes sobre el tránsito migratorio resaltando que la hiper-visibilidad es la estrategia de protección en ruta (Gandini et al., 2020), donde mujeres y familias (Varela Huerta, McLean, 2019), e infancias (Glockner, 2019) cumplen un rol preponderante en las estrategias de cuidado colectivo de la lucha migrante (Varela Huerta, 2015).

En el espíritu crítico mencionado, en nuestro continente se ha producido un renovado interés investigativo en torno a cómo las reconfiguraciones del control migratorio los producen, sus dinámicas y el rol que cumplen en la transformación de corredores migratorios (Basok et al., 2015; Álvarez Velasco, Pedone. Miranda, 2021; París, Montes, 2020; Alba, Schütze, 2021; Varela, McLean, 2021; Miranda, 2021; Liberona, 2022; Ceballos Medina, Clavijo, González Gil, 2021; Álvarez Velasco, Cielo, 2023; Trabalón, 2024, 2021; Sarrut et al., 2023; Colectivo Darién, 2020; Álvarez Velasco, Cielo, 2023; entre otros).

IV) Los tránsitos migratorios irregularizados y el control estatal

Si bien existe una literatura emergente sobre las dinámicas de los tránsitos en el corredor migratorio que conecta la Región Andina y Centroamérica, la mayoría se ha centrado en el régimen de control fronterizo, la vulneración de derechos, y las estrategias de supervivencia migrante. No existen estudios que, desde la lente de la economía política, aborden simultáneamente las dinámicas de control y socioeconómicas vinculadas a estos movimientos. Nuestro artículo busca contribuir a esta nueva literatura. Como señalamos en la introducción, entendemos a la migración irregularizada en tránsito como una fuerza social contingente, cuyo carácter irregular es producto directo del control estatal, que emerge en respuesta al acelerado deterioro de las condiciones de vida y seguridad en países de origen o primeros o segundos países de recepción. Es la acción migrante la que detona transformaciones socioeconómicas y espaciales por los lugares de espera y travesía (Álvarez Velasco, 2022). En este sentido, nuestra propuesta de analizar la economía política de los tránsitos migratorios apunta a clarificar la interacción entre las dimensiones económica y política de este tipo de movilidad o cómo se imbrican tres elementos fundamentales: 1) las políticas migratorias nacionales y regionales, incluyendo el peso de política estadounidense externalizada, 2) la distribución de poder entre actores locales que ejercen control en ruta y frente a quienes disputan o con quienes negocian migrantes en tránsito para sostener su travesía al norte y, 3) los réditos económicos formales e informales, lícitos e ilícitos.

Desde el prisma de la economía política constatamos que las dinámicas socio-económicas y políticas que surgen en torno los tránsitos irregularizados, lejos de ser ajenas a la fase neoliberal del capitalismo5 y su régimen de control fronterizo selectivo, están imbricadas en el mismo, generando un singular ecosistema económico y político. Se evidencia una dinámica sistémica que alimenta un particular ecosistema: en tanto más se deterioran las condiciones de vida y seguridad en los Estados de la región, se reduce la inversión social y se restringe el cumplimiento de derechos económicos, sociales y culturales básicos-, se incrementan entonces los desplazamientos internacionales, se refuerzan las políticas de control antinmigrante y se multiplican consecuentemente los tránsitos irregularizados, expandiendo las economías informales e ilícitas. En este sentido, se generan altísimos réditos económicos vía transacciones que se despliegan en un espectro amplio entre la formalidad y la informalidad, lo lícito e ilícito, dentro de las economías locales latinoamericanas hiper-precarizadas, particularmente en localidades fronterizas de cruce y espera, históricamente desatendidas por los Estados. La economía política del tránsito muestra también la disputa de poder que las personas migrantes continuamente despliegan en sus movilidades navegando el control estatal o de otro tipo, siendo a la vez directamente impactadas psicológica y físicamente por las cada vez más riesgosas condiciones en ruta.

En términos de la naturaleza del movimiento, la acentuación de factores expulsores de población, aludidos en la sección número dos, está mediada por políticas de control migratorio de carácter disuasivo que influyen de manera crítica en la circulación de las personas y han transformado tenido como efecto prolongar el tránsito transformándole en un estado prolongado y continuo de latencia (Basok, 2019). Trabajos que trazan la migración de personas de diversos países latinoamericanos hacia Estados Unidos en los años setenta y ochenta describen cómo las personas migraban desde sus comunidades a Estados Unidos, guiados por coyotes, que los acompañaban y brindaban protección en la ruta. El viaje siempre fue difícil y riesgoso, pero por lo general tenía cuotas de previsibilidad en términos de los tiempos del viaje, del monto que era preciso pagar y de los espacios fronterizos que había que cruzar donde la confrontación era con agentes policiales que requerían una mordida para habilitar el paso (Carpio Benalcázar, 1992; Kyle, 2002; Eguiguren, 2019; Castillo, 2017; Massey, Durand, 2010). Ha sido en la medida en que las condiciones locales se han deteriorado, el Estado ha cedido terreno a la gobernanza criminal y Estados Unidos ha externalizado su frontera, que los tránsitos irregularizados por el corredor en cuestión se han intensificado y complejizado.

Por externalización de fronteras nos referimos a una amplia gama de políticas que pretenden contener la migración de personas desde países de origen o bien en ruta, en el medio del tránsito una vez que han iniciado su viaje (Loescher, Betts, 2010; Fitzgerald, 2019). Diversos países desarrollados han diseñado políticas de esta naturaleza. Si bien esta práctica se remonta a por lo menos principios de la década de los ochenta, con el tiempo se ha ido expandiendo y sofisticando (Loescher, 2021; Hammerstad, 2014; Betts, 2012; París Pombo, 2022)6.

En relación con la externalización de fronteras los estados han adoptado dos estrategias. La primera apunta a extender más allá de las fronteras las herramientas tradicionales de control migratorio doméstico, al presionar a países de origen o tránsito a desarrollar políticas de control migratorio (Betts, Collier, 2017). Bajo acuerdos asimétricos de cooperación económica y de seguridad, estos mecanismos de control estatal se han externalizado a los países de tránsito del Sur Global, que funcionan como escudos en los corredores migratorios que se dirigen hacia esos destinos del Norte Global. Estas medidas incluyen la creación de centros de procesamiento fuera de las fronteras, de procedimientos que fuerzan a los solicitantes a llevar su caso a un tercer estado u otras medidas como sanciones a compañías aéreas o de autobuses que no comprueban que los pasajeros tienen la documentación necesaria para hacer ingreso o transitar por un país (Czaika, De Haas, Villares Varela, 2018)7.

Un segundo enfoque se basa en una estrategia más amplia basada en ‘medidas preventivas’ tendientes a desincentivar la migración en los países de origen y dificultar su potencial ingreso a su territorio a través de la creación de un sistema de filtro o esquemas de visado altamente restrictivo direccionado sobre todo a países empobrecidos y/o en conflicto del Sur Global, vigilancia y penalización de la migración en países de tránsito. Entre estas medidas se cuentan la creación de sistemas de vigilancia fronteriza, la criminalización del ingreso irregular, la deportación y la creación de un sistema de visado para filtrar el ingreso de personas de acuerdo con criterios establecidos. Países ricos recurren a una combinación de incentivos y castigos para presionar a terceros países a desarrollar estas políticas y normalmente financian parte o la totalidad de los programas y proveen asistencia técnica para su desarrollo y ejecución (Boswell, 2003; Neumayer, 2006).

Los antecedentes de externalización de los controles fronterizos estadounidenses en México tienen varias décadas, regularmente ha implicado transferencias masivas de recursos hacia el gobierno mexicano para el desarrollo y la seguridad (París Pombo, 2022), y se fortalece en 2001 con el impulso de la confluencia de las agendas de seguridad nacional y migratoria (Castillo, Toussaint, 2015). Las medidas de externalización más recientes y explícitas comenzaron en México a través de programas de deportación de personas centroamericanas a Guatemala (Goodman, 2020; Feldmann, Olea, 2005). Al mismo tiempo, Washington ha financiado otra serie de medidas tendientes a apuntalar a las autoridades mexicanas en el control migratorio de personas extranjeras que ingresan a su territorio. Estados Unidos ha proporcionado equipos, tecnología, asistencia en entrenamiento y financiación para reforzar los controles en frontera sur de México y restringir el tránsito por el país8. Desde los 80s, México ha venido imponiendo visados externalizados como forma de controlar a las personas migrantes no deseadas en Estados Unidos. Así se ha impuesto visa a países sudamericanos, centroamericanos, caribeños, africanos y asiáticos, operando como frontera preliminar de Estados Unidos. Otras medidas de externalización más recientes fueron implementadas por la administración Trump, incorporando criterios de extraterritorialización. En noviembre de 2018 se instauró un proceso informal de regulación de asilo conocido como Metering que, bajo el argumento de los recursos limitados, estableció una cuota diaria para procesar las solicitudes de asilo (París Pombo, Montes, 2021). En 2019 implementó los Protocolos de Protección al Migrante (MPP, en inglés), conocidos como “Quédate en México”, que obligaba a solicitantes de asilo de habla hispana a esperar en México durante sus audiencias y hasta la resolución. La estrategia más sofisticada de externalización del asilo ha sido la implementación de una aplicación, CBPone, disponible en México, lo que lleva a los solicitantes a permanecer en ese país hasta que puedan conseguir una cita (Gandini, en prensa). El efecto de tales medidas ha sido que muchas personas migrantes esperaran en el lado mexicano por meses (Kocher, 2023; US Homeland and Security, 2024).

Gradualmente, las medidas originalmente centradas en México se han replicado en países ubicados más al sur de la ruta migratoria. Primero, El Salvador, Honduras y Guatemala y recientemente ampliado más al sur, a Costa Rica, Panamá, Colombia y Ecuador. Esta externalización ha sido más sutil (Fitzgerald, 2019), a través de la implementación de esquemas visados, cooperación en tecnologización de fronteras, intercambio de datos biométricos, y un programa para cooperar en procesamiento de casos de asilo y entrenamiento policial en seguridad fronteriza (Álvarez Velasco, 2024; Selee et al., 2024). Particularmente controversial fue la decisión de la administración Trump de nombrar en el 2019 a El Salvador, Honduras, Guatemala como terceros países seguros (safe third country), mecanismo que obligaba a solicitantes de asilo a iniciar su proceso en estos tres países, aun cuando claramente las condiciones de seguridad eran muy deficientes (Schwartz, 2019). Por otro lado, en junio de 2023, Costa Rica accedió a un acuerdo que permite pedir asilo en los Estados Unidos desde ese país. El acuerdo es parte de la campaña regional Movilidad Segura, que apunta a encausar la migración, solicitando asilo o promoviendo por vías regulares a Estados Unidos o Canadá y que se está implementando en Costa Rica, Colombia, Ecuador y Guatemala, con apoyo de OIM y ACNUR. En Costa Rica, se han abierto canales para que personas nicaragüenses y venezolanas puedan iniciar su procedimiento de asilo en Estados Unidos (Programa Movilidad Segura, 2024). Se espera la apertura inminente de oficinas de procesamiento de solicitudes de refugio en Colombia y Ecuador.

Estados Unidos también ha extendido su estrategia de externalización fronteriza a Panamá, que ha accedido a cooperar en un programa de registro biométrico, tras los compromisos adquiridos en la Declaración de Los Ángeles (US Homeland Security, 2022). Debido a la cantidad de personas llegando a Panamá, ha recurrido a la elaboración de perfiles y toma de datos biométricos de aquellos considerados de mayor riesgo9. Reportes de prensa apuntan que ambos países trabajan en un programa piloto de deportación para el cual Washington ha destinado 10 millones de dólares (Kight, 2023), que incluiría deportaciones a personas venezolanas, como parte del acuerdo de la administración de Maduro de recibir sus nacionales negociada con Estados Unidos (WOLA, 2023).

En Ecuador y Colombia, los esquemas de visado para países del Sur Global fungen como filtro de contención para potenciales movilidades al norte. Una situación que se está repitiendo en muchos países que tiempo atrás facilitaban la movilidad de otras personas de la región (Álvarez Velasco, 2020; Góngora, Herrera, Müller, 2014). Si bien los esquemas de visado son hoy la forma más evidente de contención de la movilidad migrante no deseada, simultáneamente son las que irregularizan los tránsitos y los confinan a rutas altamente riesgosas donde otros actores, estatales y no estatales, ejercen control en ruta y pululan múltiples formas de violencia mientras se expande la economía informal e ilícita.

El aumento de las presiones migratorias y la imposición de medidas de contención en la región impulsadas por Estados Unidos han producido la irregularidad migrante alterando de manera substantiva la dinámica migratoria al dificultar y encarecer el viaje y multiplicar los tiempos de espera de las personas. Una externalidad imprevista de esta dinámica ha sido la generación de toda una industria alrededor del movimiento poblacional, una economía política del tránsito: en contextos de extrema precarización y ausencia de oportunidades de trabajo, la inyección de recursos propiciada por el arribo masivo de personas genera pequeños polos económicos de gran dinamismo, una especie de economía de frontera, que abre una serie de oportunidades económicas para las comunidades que interactúan con esta población.

V) La Economía Política del Tránsito Migratorio

Los tránsitos migratorios irregularizados se han transformado en una multimillonaria industria. Si bien esta dinámica ha sido histórica, la masividad de los movimientos y la desesperación de las personas por migrar han incrementado las ganancias vinculadas a esta actividad y multiplicado los actores involucrados en el sector. Como se explicó en la sección anterior, la imposición de una serie de restricciones al movimiento y entrada de personas ha contribuido a la aparición de nuevas rutas por las que transitan las personas con el objetivo de burlar los crecientes controles migratorios. A las dificultades relacionadas con estas restricciones se unen otras vinculadas a contextos de fragilidad estatal y a la aparición de esquemas de gobernanza criminal donde la presencia de actores del crimen organizado y funcionarios corruptos, algunas veces coludidos con grupos criminales, cobran sumas de dinero a las personas en tránsito, ya sea a través de servicios de coyotaje, como peaje por cruzar territorios bajo su control, o a veces en esquemas de trabajo forzado (ver abajo).

Las trabas y controles, por otro lado, han contribuido -involuntariamente- a la producción de espacios de espera prolongadas (Miranda, Silva, 2022; Gil Everaert, 2020). Allí las personas permanecen por lapsos indeterminados de tiempo mientras evalúan sus siguientes pasos en función de sus posibilidades. En este sentido, mientras algunos deciden abandonar su objetivo y retornar a sus países, otros optan por quedarse en un país de tránsito, o bien continuar con su plan original y proseguir con su viaje. Independientemente del plan, durante los tiempos de espera las personas migrantes están obligadas a obtener recursos para subsistir. Esto lo hacen a través de diversas formas: pidiendo ayuda de familiares u otras personas que les envían dinero, o a través de trabajos de todo tipo. Incluso el propio tránsito les permite generar vínculos con personas empáticas que conocen en el camino. Así lo relata Oscar, originario de Venezuela, quien luego de haber cruzado por el Darién, y tras una travesía de más de seis meses, llegó hasta Tijuana, donde aguardaba la posibilidad de cruzar a Estados Unidos (regularmente o no):

En Honduras conocimos una señora que estaba enferma. Nos permitió dormir en la entrada de su casa. Después nos contactó con unos señores que nos dieron trabajo cargando cajas por dos semanas. Así pudimos juntar dinero y seguir. (…) Estando en Ciudad Juárez [México], después que nos habían quitado todo lo que teníamos, le llamamos a la señora y nos mandó 150 dólares.

Los controles migratorios generan una serie de externalidades que alimentan la generación de un espacio físico y temporal de tránsito caracterizado por una singular economía. Proponemos la categoría de economía política del tránsito en referencia a la diversidad de prácticas económicas y dinámicas políticas imbricadas y contradictorias que son cruciales para el funcionamiento y la reproducción del tránsito migratorio irregularizado, implementadas por un conjunto amplio de actores involucrados en la producción, distribución, intercambio, consumo de bienes y servicios, así como de disputa y ejercicio de poder. Estas actividades lucrativas se ubican en un espectro amplio (y difuso) entre la formalidad y la informalidad económica, y combinan prácticas lícitas e ilícitas. Se trata entonces de una interacción compleja entre personas migrantes y sus luchas mayoritariamente precarizadas y vulneradas en sus derechos, el poder ejercido por actores gubernamentales y no gubernamentales (criminales, sociales, de interés privado y de la cooperación internacional), intereses económicos y políticas nacionales y transnacionales.

Esta economía se caracteriza por la dualidad entre la necesidad de subsistencia de las personas que migran y diversas formas de negocio -algunas benignas, otras abusivas- de terceros que ven la trashumancia como una oportunidad lucrativa. Uno de los elementos llamativos y muy problemáticos de la dinámica actual es que los actores que se benefician de esta inyección de dinero (criminales, agentes estatales o comunidades) extraen ganancias de personas por lo general ultra precarizadas con escasísimos recursos materiales. Los testimonios recogidos en nuestro campo dan cuenta de diversas experiencias, desde personas que venden todo lo que tienen, acuden al apoyo de sus familias o piden préstamos para costear el viaje, hasta quienes viajan casi sin recursos. Más allá de las diferencias, por lo general todas cuentan con recursos muy limitados.

Actores y dinámicas de la economía política del tránsito

A continuación, y con el objeto de dar cuenta de cómo se plasma esta economía política del tránsito y la supervivencia, analizamos de manera desagregada las dinámicas económicas desarrolladas por diversos actores, a saber, crimen organizado, autoridades estatales, comunidades aledañas, personas migrantes y cooperación internacional. Usamos como ejemplo para ilustrar estas dinámicas el Darién, un verdadero microcosmos, donde algunas de las dinámicas descritas se observan con particular nitidez. A manera de complemento, incluimos en el relato información sobre otros espacios, como la Ciudad de México y Tijuana.

Personas migrantes en lucha. Las miles de personas migrantes irregularizadas -de distintas edades, géneros, clases, orígenes étnicos y nacionalidades- que transitan por rutas terrestres, marítimas o fluviales y atraviesan fronteras en su ruta hacia Estados Unidos, desde el sur del continente pasando por Panamá, despliegan constantemente estrategias de supervivencia. La migración en tránsito es una fuerza social, pues estas personas se organizan colectivamente para irrumpir en los espacios nacionales y desafiar el régimen de control fronterizo externalizado por el país del norte. Esta organización ocurre en la minuciosidad de la vida cotidiana, por lo que su lucha podría pasar imperceptible, pero implica el despliegue de estrategias sociales, materiales, económicas y digitales para sostener su tránsito y su sobre todo su vida.

Durante nuestro trabajo de campo multi-situado, fuimos testigos de cómo nuestros interlocutores desplegaban estas estrategias en lucha y en tránsito. No solo Yandriley y su familia, mencionados en la introducción, ejemplifican esta dinámica -para cruzar por trochas, tuvieron que negociar con policías fronterizos, paracos y miembros del Tren de Aragua, como ella misma relató-, sino también Ruth, Esperanza y Tatiana, tres hermanas venezolanas que conocimos en los alrededores de un albergue en Ciudad de México. Allí, mientras esperaban para continuar su viaje, montaban puestos de arepas como sustento diario. En esa ocasión, lo hicieron frente al albergue y negociaron con el dueño mexicano de una tienda de abarrotes para que les brindara el espacio y la luz necesarios, generando, como nos dijo Ruth, “los pesos para sostenernos al día, hasta juntar más y seguir a Estados Unidos, porque hasta allá llegamos”. Al igual que ellas, miles de personas migrantes en tránsito logran sus metas gracias al incesante despliegue de otras estrategias.

Forman familias digitales que sostienen a los caminantes en su travesía; se convierten en redes de contactos para seguir la ruta o en transmisiones en vivo para solicitar remesas que les permitan continuar. Parte esencial del tránsito es mapear en cada parada no solo los puntos de carga para smartphones, sino también conexiones Wi-Fi gratuitas o de bajo costo. Las estrategias de la lucha migrante centran el cuidado de la vida, especialmente cuando hay menores de edad, mujeres, o mujeres embarazadas en ruta: asegurar alimentos a bajo costo, llevar caramelos para mitigar el hambre en los días sin comida, o transitar en grupo para prevenir asaltos y violaciones, o para reunir fondos y pagar el peaje que no siempre es impuesto por los actores criminales, sino por ellos en complicidad con actores estatales.

Los tránsitos migratorios se encarnan en cuerpos y memorias que llevan las marcas de las violencias e injusticias del camino. En esta lucha, las personas migrantes encuentran a otras en ruta y se sostienen mutuamente, tanto presencialmente como a través de comunidades virtuales. Es una experiencia simultáneamente individual y colectiva, que afecta tanto a quienes transitan como a quienes los acompañan, esperan adelante o quedan atrás, y a las familias que se quedan o se construyen en tránsito, en espera y en el destino.

Este cúmulo de estrategias sociales, materiales, económicas y digitales, junto con el conocimiento compartido y acumulado, define sus luchas. Estas luchas, a menudo en dos idiomas, requieren aprender a vivir en la simultaneidad del aquí y el allá, con una pertenencia doble y una presencia ausente en el lugar de origen. Es una resistencia diaria entre, a través y más allá de fronteras sociales, lingüísticas, legales y estatales, en el espacio digital y físico a la vez. Han sido sus relatos los que nos han llevado a comprender que es su movimiento el que detona esa compleja articulación de actores, transacciones económicas y políticas, que hoy define el corredor migratorio entre la Región Andina y Centroamérica.

Actores Criminales. Conscientes de las enormes sumas de dinero que mueve la migración y en el contexto de su fortalecimiento a nivel regional (Albarracín, Barnes, 2022; Feldmann, Luna 2023), diversas organizaciones criminales han entrado al negocio migratorio. El crimen organizado juega un rol preponderante en el multimillonario negocio de la trata de personas, pero conforme sus operativos han visto la posibilidad de lucrar en el actual contexto, también se han ido involucrando en diversas facetas del tránsito. Esto obedece a un patrón generalizado por el cual muchas organizaciones criminales, sobre todo de crimen organizado, han ampliado su portafolio de negocios. Un caso preocupante pero que da cuenta de las oportunidades que abre esta actividad es la entrada a la escena del Tren de Aragua, una poderosa organización criminal transnacional venezolana que ha tenido un meteórico ascenso por su vinculación a diversos negocios y prácticas ilícitas relativas a la migración venezolana (Insight Crime, 2024).

Por ejemplo, Yandriley y su familia, a quienes nos referimos en la introducción, tuvieron que negociar con miembros del ELN y del Tren de Aragua para poder cruzar por trocha la frontera entre Cúcuta y San Antonio del Táchira, en su ruta a Colombia.

Varias son las modalidades que utilizan los grupos criminales para lucrar con el tránsito de personas. En primer lugar, la extorsión: crecientemente miembros del crimen organizado secuestran personas en tránsito y luego demandan importantes sumas de dinero a sus parientes, en los países de origen como sobre todo en Estados Unidos, para liberarlos (Verduzco, Brewer, 2024). Esta práctica se ha generalizado en la ruta migratoria, sobre todo en Guatemala y México, pero evidencia anecdótica da cuenta de extensión hacia Sudamérica y el Caribe. Abundan relatos de muertes de personas que no pudieron pagar el rescate, o bien de cómo grupos de crimen organizado obligan a los migrantes que no pueden pagar rescate, a trabajar para ellos como cargadores, mulas, trabajadores domésticos, agrícolas o sexuales. Diversos relatos dan cuenta de condiciones terribles en las cuales estos grupos someten a las personas a condiciones de esclavitud moderna10.

Katy, de origen cubana pero quien venía de Colombia, nos contó en Ciudad de México cómo su padrastro se vio involucrado en una de las más recientes modalidades de secuestro. Tras haber esperado meses en Ciudad de México hasta que le saliera la cita para el asilo en Estados Unidos por la aplicación CBPone, viajó a Tijuana un día antes. Al salir del aeropuerto (también ocurre en el de Ciudad Juárez) lo secuestraron. Luego de juntar 4,000 dólares que enviaron sus familiares desde Estados Unidos, lo liberaron. Ella explica: “Apuntan a venezolanos o cubanos, porque saben que tenemos familia en Estados Unidos y pueden juntar dólares”.

En segundo término, los grupos prodigan servicios de transporte, portaequipajes, o cobran peaje a las personas que transitan por sus territorios. Esta dinámica se observa en el Darién donde El Clan del Golfo, una organización criminal colombiana vinculada al paramilitarismo (Insight Crime, 2024)11, utiliza su control sobre la zona noroeste de Colombia que colinda con el estrecho del Darién, para profitar del tránsito de personas. El Clan lleva a cabo una compleja operación para facilitar el tránsito de personas migrantes que desean llegar al Darién desde territorio colombiano: La organización ofrece transporte marítimo (por lancha) y ‘protección’ por la que, según reportes, cobra entre 100 y 125 dólares por persona. De acuerdo con testimonios en terreno, la organización también impone un impuesto (llamado gramaje) a las personas de la comunidad que dan posada, alimentan o guían a los migrantes (France 24, 2023; International Crisis Group, 2024). De esta manera multiplica sin mayor esfuerzo sus ganancias. El Ministerio de Defensa de Colombia, se estima que como resultado de la operación el Clan amasó cerca de 57 millones de dólares solo en el 2023 (Human Rights Watch, 2024).

Dennis, un migrante ecuatoriano de 26 años, que salió desde Ecuador a Chicago cruzando por el Darién, tuvo que negociar con los guías colombianos, que trabajan para el Clan del Golfo el precio que pagaría para entrar a la selva del Darién por Arcandí. La negociación de Dennis no fue fácil: él no tenía dinero suficiente para pagar el costo de esa ruta, pero en su insistencia logró que el precio sea reducido y así pudo entrar a la selva.

En tercer lugar, muchos criminales, por lo general grupos con niveles organizativos menos sofisticados, ganan dinero a través del robo a los migrantes en ruta. Numerosos testimonios e informes dan cuenta de un patrón generalizado de asaltos en la selva en el que grupos criminales despojan a las personas de sus escasos bienes (Human Rights Watch, 2024)12.

Edgar, quien ahora se encuentra en Denver, recapituló los encuentros que tuvo con diversos actores del crimen organizado a lo largo de su trayecto migratorio. Además de haberles pagado por su cruce por el Darién, en México se topó varias veces con ellos. Lo bajaron de autobuses en más de tres ocasiones, en algunas juntaron dinero entre varios para que todos los pasajeros pudieran seguir. Junto a amigos de la ruta, decidió cruzar el muro que separa México de Estados Unidos por un lugar cerca de Ciudad Juárez, donde les dijeron que se podía pasar. Al llegar, se encontraron con los narcos, quienes les cobraron 400 dólares a cada uno por usar esa “puerta” que era de ellos (en estricto sentido, es una abertura en el muro que utilizan para cruzar personas y otras mercancías hasta que las autoridades la descubren y la vuelven a cerrar, ante lo cual abren otra).

Comunidad. La llegada de personas migrantes a ciertas áreas en países de tránsito también genera oportunidades para las comunidades. Al igual que otros actores, para estas comunidades, muchas veces marginalizadas, de escasos ingresos y con baja o nula actividad económica, normalmente ubicadas en sectores fronterizos, la migración abre interesantes oportunidades de negocios. La llegada masiva de personas, y su necesidad imperiosa de servicios y productos, más allá de la difícil condición en la que arriban, constituye una importante inyección de recursos que genera fuentes de ingreso y trabajo. Muchas personas, por tanto, cambian su actividad y deciden dedicarse a la venta de bienes y servicios para esa población flotante.

Durante nuestro estudio de campo en el Darién pudimos apreciar de forma nítida esta dinámica. Cientos de miles de personas migrantes que cruzan la selva con éxito13 llegan a la localidad de Bajo Chiquito, desde donde prosiguen el viaje en canoas (piraguas) a Metetí, localidad donde el gobierno panameño ha construido dos Estaciones Temporales de Recepción Migratoria (ETRM): Lajas Blancas y San Vicente. Allí las autoridades registran a las personas, que permanecen desde algunas horas a varias semanas, se les da un sitio para dormir, acceso a atención médica, en caso de necesitarla, y tres comidas diarias.

Muchos servicios dentro de estos recintos generan oportunidades de trabajo para la comunidad aledaña. La comida, por ejemplo, se prepara en una cocina industrial en las dependencias de la oficina de OIM en Metetí, donde trabajan lugareños encargados de su preparación y transporte. Por otro lado, dentro y alrededor de las ETRM han surgido mercados informales donde las personas migrantes pueden comprar comida, ropa, accesorios para sus celulares, remedios, entre otros productos. Uno de los negocios más lucrativos es el de intermediaros ubicados en las ETRM en puestos improvisados con lienzos de Western Union donde tramitan la recepción de remesas para que las personas continúen su viaje. Por este servicio, los intermediarios cobran entre 15 y 20% de comisión, una tasa mucho más elevada que la comercial. En la selva, en tanto, representantes de las tribus indígenas se han volcado de lleno al negocio: muchas mujeres venden comida, ofrecen ciertos productos, brindan alojamiento, y muchos jóvenes se ofrecen como guías o portadores de carga, servicios por los cuales cobran dinero.

Dinámicas similares encontramos a lo largo del corredor migratorio en sitios de tránsito y de espera. En la Ciudad de México visitamos albergues desbordados por la cantidad de migrantes. Betty, encargada de uno de ellos, nos contó cómo la economía de mercados informales del barrio se había dinamizado con la presencia de personas migrantes, incluso incorporando productos alimenticios que son consumidos en México.

Otra fuente de trabajo para la comunidad se relaciona con la llegada del personal humanitario y de la cooperación internacional. Propio de situaciones de emergencia humanitaria, a Metetí han llegado decenas de organizaciones de la cooperación internacional, agencias de Naciones Unidas como entidades de la sociedad civil, para brindar asistencia y protección a las personas migrantes. Entre ellas están Médicos Sin Fronteras, Hias, Word Vision y el Consejo Noruego de Refugiados, y el Comité Internacional de la Cruz Roja14. Estas organizaciones complementan la labor del gobierno panameño en materias como salud, alimentación, atención al niñas y niños, programas psicosociales, protección legal, apoyo a la infraestructura de los centros de acogida, entre muchas otras. El funcionamiento de estas organizaciones no solo requiere de la población local, sino que sus funcionarios generan trabajo porque deben vivir en la localidad. Los pocos hoteles, restaurantes, tiendas de abarrotes en Metetí se han beneficiado de la llegada de estas personas.

Actores gubernamentales: también participan de la industria. Esta interfaz es compleja e incluye desde agencias o ministerios hasta oficiales de diversas reparticiones del estado e incluso políticos. De manera simple, muchos funcionarios se benefician de forma personal al participar en esquemas de corrupción exigiendo peaje o incluso extorsionando a personas migrantes, frecuentemente en contubernio con criminales en arreglos de gobernanza criminal. Si bien existen denuncias de corrupción, al menos en el contexto panameño, estos arreglos no parecen ser generalizados como en Guatemala o México (París Pombo, 2017). Agencias estatales, por su parte se han beneficiado de la asignación de importantes partidas presupuestarias, tanto del gobierno central como de la cooperación internacional, sobre todo de Estados Unidos. Reportes de prensa señalan que Washington ha destinado 10 millones de dólares a un programa piloto de deportación (Kight, 2023).

Sin duda una de las aristas más beneficiosas para personeros estatales está vinculada con la provisión de servicios a migrantes. Por ejemplo, ante el alto número de personas que circuló por las estaciones de recepción, el gobierno panameño decidió licitar el servicio de alimentación a una compañía local, así como el servicio de transporte que saca a las personas migrantes, a fin de evitar que se queden en el país. Con ese fin firmó un acuerdo con Costa Rica en octubre de 2023 para crear un ‘corredor humanitario’ que permite que buses panameños lleven a las personas migrantes directamente a un Centro de Atención Temporal de Migrantes, localizado 17 kilómetros al interior de territorio costarricense. El transporte se realiza en buses privados y tiene un valor de 60 dólares por persona (Deutsche Welle, 2023). Con el objetivo de operativizar el plan y ante la imposibilidad licitar la concesión por lo súbito del alza del flujo, el gobierno panameño otorgó el servicio a una empresa privada de la región. Diversos reportes de prensa aseveran que dicha empresa está vinculada a políticos darienitas15.

“Pagar para pasar” es la dinámica que domina a lo largo de todo el corredor migratorio, desde Colombia hasta México; en algunos casos de manera formal, mediante el pago de tasas de tránsito, salvoconductos o transportes, en otros de manera informal, mediante cobros extorsivos por parte de diversos actores estatales y también no estatales (Gandini, en prensa). Resulta paradójico que, a pesar de los numerosos cobros de diversos actores criminales a través del continente con los que se enfrentan quienes transitan, varias de las personas migrantes a quienes entrevistamos coinciden en que “lo peor es cruzar México”, “México es la selva del asfalto, peor que el Darién”, “lo terrible empieza en Guatemala y México”. Esta apreciación se debe a la convergencia de actores criminales y estatales involucrados. Así lo decía Emilio, migrante venezolano entrevistado en Tijuana: “Con los narcos no hay tanto problema, le das lo que te piden y listo. Te piden 500 y son 500. Te dejan seguir. El problema son los otros, la migración, la Guardia Nacional, la policía… nunca sabes si vas a salir de ahí”16.

VI) Conclusiones

En este artículo hemos demostrado y ejemplificado la manera en la que se ha ido consolidando una economía política del tránsito migratorio irregularizado en Latinoamérica. Se trata de una primera pincelada, que ubica al Darién como epicentro de análisis, y se nutre de nuestras incursiones en los diversos sitios estratégicos de observación a lo largo de gran parte del continente. Este análisis basado en una epistemología móvil nos permitió hacer zoom en diversos nodos, caracterizados por ser espacios fronterizos, de tránsito y de espera. Allí se gesta y reproduce dicha economía, debido a la confluencia de una diversidad amplia de actores y en donde se potencia esta dinámica de deshumanización sustentada en una dualidad: por un lado, la necesidad de subsistencia que enfrentan las personas en tránsito, con frecuencia despojadas de los pocos recursos con los que contaban para financiar su viaje y; por otro lado, la intención deliberada de lucrar con su desesperación, al cobrar cifras desproporcionadas y exorbitantes, como contraprestación de servicios o simplemente para dejarlas continuar su viaje.

Desde el inicio planteamos la necesidad de considerar la imbricación contradictoria de tres elementos para comprender la categoría de la economía política del tránsito irregularizado: 1) las políticas migratorias y fronterizas, 2) la distribución y disputa de poder de los actores que lucran con la trashumancia y, 3) los réditos económicos generados en el amplio espectro de la (in)formalidad y la (i)legalidad. Las dinámicas de contención, externalización, deslocalización, junto a procesos de tanto de fronterización y como de desfronterización del control de la movilidad continúan multiplicándose a lo largo del continente. Adoptan nuevas versiones, algunas de ellas más sofisticadas - como las aplicaciones que externalizan el derecho de asilo-, con mayor grado de cooperación -mediante acuerdos bilaterales y regionales- y en una compleja combinación de prácticas políticas de estados externalizantes y externalizados junto a la creciente confluencia de intereses entre unos y otros. Esto es así debido a que los cada vez más amplios impulsores de la migración en la región no solo no han cesado, sino que se acentuaron en el contexto post-pandémico. Con ello, solo resta esperar que la diversidad de actores intervinientes siga disputándose el poder para obtener los réditos que la migración genera.

Nuestro propósito último ha sido contribuir a la discusión de esta nueva dinámica de la economía política de la movilidad humana contemporánea en las Américas, lo que ha hecho evidente la urgente necesidad de continuar problematizando el tránsito migratorio irregularizado, así como analizar las múltiples externalidades que derivan en este escenario.

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  • 1
    Todos los nombres son seudónimos.
  • 2
    Las autoridades panameñas han registrado la entrada de nacionales de más de ochenta nacionalidades en los últimos años.
  • 3
    No existe una definición consensuada sobre el término. La OIM se refiere a esta noción como “la acumulación de movimientos migratorios en el tiempo” (Organización Mundial para las Migraciones, 2023, p. 27), y, en general, la entiende como un movimiento unidireccional. Nuestra visión es más comprensiva: entendemos por corredor migratorio el espacio social transnacional multidimensional por donde circulan personas en distintas direcciones entre países de origen, tránsito y destino. Para un excelente análisis sobre esta terminología ver (Álvarez Velasco, Perdone, Miranda, 2021).
  • 4
    Los informes pertenecen a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y algunas unidades de Naciones Unidas, como la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), con financiamiento de la Unión Europea. Este proceso se llevó a cabo en el marco de las discusiones preparatorias sobre el texto de la Convención de las Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada Transnacional y sus Protocolos (2000), coloquialmente conocida como Convención de Palermo, y que continente acápites relativos a la trata y al tráfico de personas. Uno de los elementos controversiales de la convención y que deliberadamente apunta a criminalizar el tránsito de personas es la tipificación de prácticas relativas a facilitar la entrada de personas por puntos no habilitados como trata de personas. Para un análisis crítico de esta medida ver CIDH, 2000.
  • 5
    Algunos autores plantean que se trata de la fase neoliberal del capitalismo. Para un excelente análisis sobre este fascinante debate en el contexto de América Latina ver Kingston (2018).
  • 6
    La externalización de fronteras como práctica en principios de la década de los ochenta comenzó a aplicarse en la Unión Europea en algo que eufemísticamente se bautizó como “dimensión exterior” (Betts, 2012). Estados Unidos utilizó una estrategia similar por esos años en relación con migrantes y solicitantes de refugio haitianos (Helton, 2002). Desde 2001, Australia ha adoptado prácticas similares, sobre todo con solicitantes de refugio que son enviados a remotas islas en el Pacifico sur como Nauru (Morris, 2023).
  • 7
    El Protocolo de 2000 para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, conocido comúnmente como Protocolo de Palermo, por ejemplo, exige a todos los Estados firmantes que se asegurasen de que los documentos de identificación de viaje son lo suficientemente complejos y difíciles de falsificar. El protocolo también establece obligaciones para los transportistas y empresas de certificar que los pasajeros tienen identificación legal requerida para ingresar y salir de los estados que suscribieron el acuerdo (Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito, 1993).
  • 8
    Esto se ha plasmado en diversos programas como el Plan Frontera Sur e indirectamente del Plan Mérida (2007), una iniciativa de seguridad para el combate al narcotráfico que incorpora equipamiento y financiamiento para el control fronterizo (ver Chabat, 2010).
  • 9
    Entrevistas realizadas con funcionarios de Migración Panamá.
  • 10
    Entrevista con religiosas de la orden Scalabrini a cargo de las Casas de Migrantes.
  • 11
    Para un excelente y detallado reporte sobre cómo el Clan del Golfo domina el negocio de la migración irregular ver (Cajiao, Tobo, Botero Restrepo, 2023; International Crisis Group, 2024).
  • 12
    Diversas fuentes entrevistadas, de sociedad civil, cooperación internacional, Iglesia Católica y prensa, coinciden en señalar que los perpetradores son por lo general miembros de los grupos indígenas que tienen control sobre la Selva Darienita.
  • 13
    Desafortunadamente muchos perecen en el intento. De acuerdo con el Proyecto de Migrantes Desaparecidos de OIM, desde 2014, 269 personas han muerto en el Darién, 43 en el 2023 (Organización Internacional para las Migraciones, 2024).
  • 14
    Como parte de su mandato humanitario, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha desarrollado a una fuerte labor forense para apoyar al Instituto Panameño de Medicina Legal en la identificación de cuerpos de personas fallecidas. Médicos Sin Fronteras fue obligado a suspender sus actividades humanitarias en el Darién en marzo de 2024, tras denunciar un aumento de las violaciones sexuales a personas migrantes.
  • 15
    Entrevista con periodista investigativo, Ciudad de Panamá.
  • 16
    Por varios otros testimonios recogidos en los últimos años, sabemos que esto no necesariamente es así y que, como lo planteamos en la sección de actores, el crimen organizado tiene diversos modus operandi. Sin embargo, lo que queremos resaltar aquí es la sensación de inseguridad e incertidumbre que las personas migrantes tienen en interacciones con actores estatales.
  • Editores de sección
    Roberto Marinucci, Barbara Marciano Marques

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    16 Dic 2024
  • Fecha del número
    2024

Histórico

  • Recibido
    16 Set 2024
  • Acepto
    11 Oct 2024
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